Mi último día completo en Shanghái tenía pinta de ser un día tranquilo, ya casi sin pendientes (de esos que salen al final del viaje), ya prácticamente empacada y lunes, que es un día en el que cierran los museos (ya hasta había hecho una búsqueda “Shanghai Museums open on Monday” por si me encontraba algo interesante y nada). Se me antojaba ir a Pudong para cambiar de zona y porque ahí tenía mapeados dos edificios que quería visitar -más que nada por su arquitectura-: la Shanghai Library (East Branch) y, a un par de kilómetros, el Himalaya Center (un lugar con una arquitectura increíble, pero del que no había mucha información, parecía ser un centro comercial, de arte, museo -que por ser lunes sabía que estaría cerrado- y restaurantes). Además viendo el mapa, noté que había un par de edificios más que seguro estaban espectaculares (Oriental Arts Center y Shanghai Science and Technology Museum -ambos cerrados por ser lunes-) y un parque enorme (que justo tenía que cruzar para ir a mis dos destinos). Pero bueno, día soleado, más bici, más conocer una nueva zona, más parque, más arquitectura: todo bien. Más en la tarde me encontraría otra cosa que hacer o revisitaría algún sitio, no lo tenía muy planeado.
Como siempre, llegué sin saber qué esperar. Salgo de la estación de metro y me encuentro con una plaza enorme y hermosa, rodeada de jardines entre los que se medio escondían todos estos imponentes edificios, al fondo grandes edificios de oficinas y más al fondo los rascacielos de Pudong. Me llamó la atención un edificio increíble que, de todos los que veía, era el único que no tenía mapeado.
Hora de la app china de mapas y Google Translate -porque evidentemente Google Maps no me había dado la información- y resultó ser el Shanghai Museum East Branch, el “hermano” del icónico Shanghai Museum de People’s Square (al que no había entrado porque había una exposición temporal de Egipto y estaban agotados los boletos). Me acerqué en la bici a verlo y se veía gente, poca porque era tempranón, pero no parecía estar cerrado a pesar de ser lunes. Desmonté para acercarme aún más y claramente estaba abierto, entré a confirmar si sí era el museo -me parecía rarísimo no tener mapeado ese mega lugar-. Y pues, para mi sorpresa ¡no solo es el “hermano” del museo, ahora es la sede del museo de Shanghái! El museo viejo, que sigue estando hermoso pero ya les quedaba chico, ahora es sede de puras exposiciones temporales – como la de Egipto- y un par de colecciones menores. Y resulta que este es el único museo de Shanghái que abre el lunes y cierra el martes, de forma que todos los días de la semana uno puede visitar el Shanghai Museum. ¡Pura suerte!
El museo está increíble y temo decirles que no hay una sola de mis fotos que le haga justicia a los espacios, a la museografía, a las piezas exhibidas, al uso de la tecnología para hacer atractiva y didáctica la colección. Es un museo de arte y arqueología, y son esos espacios los que nos recuerdan lo milenaria y rica que es la cultura china. La sala de arqueología de Shanghái tiene piezas hermosas que tienen hasta 4,500 años, y en las salas de arte chino hay pinturas con técnica de tinta china en papel de más de mil años, piezas de bronce espectaculares de más de 2,000, piezas de cerámica -unas que parecen modernas- de hace 1,500 años. No saben la belleza. Nota: El museo no aparece en ninguna guía turística, ni en las atracciones de Shanghái si buscan en Google -abrió en 2024, pero igual no puedo creer que casi me lo pierdo- ¡ah! y este museo sí es gratis.
Estuve un buen rato en el museo, salí a la hora de la comida, me eché una sopa de wontons espectacular, y agarré la bici para ir a la biblioteca -que después de la de Chengdú, no me quería perder-. Si les soy franca, las bibliotecas de China me fascinan pero me deprimen, porque me da muchísimo gusto ver que existan estos espacios públicos tan increíbles, tan al servicio de sus ciudadanos, como que me ponen en un mood reflexivo de lo mal que lo estamos haciendo como país -o sistema, no es exclusivo de México- y del potencial desperdiciado (pero esa es una discusión para otro momento). De ahí me fui al parque; hermoso, enorme, con jardines, lagos, huertos y me dicen por ahí que hasta ¡una verdadera cabeza Olmeca! -que no me encontré-.
Lo único que falló de mi día fue el famoso Himalaya Center, que ahí sigue y se nota que era un lugar impresionante, pero ya es medio viejito y por tanta oferta en la zona, fue decayendo y en noviembre lo cerraron. Igual tuve chance de entrar y tomar unas fotos del lugar, ya en un estado de abandono -había unas hojitas no barridas y no había luz-.
En la noche, mi última en Shanghái, fui con Nacho -que por suerte coincidimos para mi despedida- a Da Dong un restaurante bastante fancy a cenar pato. Estuvo delicioso, crujiente y con muchísimo sabor. ¡Les dejo las fotos, para que se les antoje!


















































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