De malecones infinitos y arte contemporáneo

Once kilómetros de malecón increíble conectan el inicio del West Bund con el Bund (y si sumamos el North Bund son casi 15 kilómetros continuos de malecón). Once kilómetros de paseo, arte, espacios para hacer deporte, cafeterías, pista para correr, camino para bici -parcial- y vistas increíbles. Ese fue mi domingo.

Comencé recorriendo en bici una colonia en los alrededores del inicio del West Bund, donde me comí los mejores noodles estilo Shanghái del mundo en un changarrito donde comen los repartidores. De ahí me fui al West Bund, de nuevo sin mucha información y sin saber qué esperar. El West Bund se delimita por una zona de oficinas y comercial (muy padre) que me imagino es bastante importante porque ahí se encuentran las oficinas de Alibaba, desde ahí, en dirección al norte, comienza el interminable paseo por el río.

Se ve que antes de ser parque la zona era industrial y puerto ya que tienen pedazos donde reutilizaron cierta infraestructura o la mantuvieron como elemento decorativo. Los primeros cinco kilómetros me los eché caminando, prácticamente hasta el atardecer. Entre las cosas más increíbles que vi: unos tanques convertidos en galería, el museo de arte del West Bund de Chipperfield Architects, el espacio de parque elevado con paredes de escalar y canchas, cafecitos adorables y el Long Museum, que merece una mención especial.

El Long Museum es un espacio impactante que reutiliza los elementos industriales del puerto -o lo que sea que estaba ahí- para exhibir la colección privada más importante de China y es un lugar importantísimo para la promoción de nuevos artistas. Tuve la suerte de que me tocara la exposición de celebración de los 10 años del museo, donde se exhibían, de forma espectacular, 600 obras de la colección -70% de artistas chinos contemporáneos y el resto extranjeros- curada por Wang Wei, la dueña de la colección y directora del museo, y otras 3 exhibiciones, entre ellas una de un artista chino Wang Yuyang que me encantó. Nota: el museo es sin fines de lucro pero no es gratis, de hecho, bajita la mano me cobraron 260 yuanes (700 pesos) por entrar -supongo que el precio era por ser esta exhibición tan atascada y los valió cada uno de ellos, pero es una locura-.

Estuve un buen, buen, buen rato en esa belleza de museo y después seguí mi camino, viendo a la gente pasear y practicar deporte. Empezó a atardecer y sin querer dejar mi camino, en parte porque estaba hermoso y en parte porque quería confirmar qué tan largo era, agarré de nuevo la bici para seguirlo recorriendo pero de forma más eficiente. Y tuve suerte porque, justo en el tramo que lo tomé, el camino de la bici se une al malecón -en otros tramos va en la calle tantito separado del paseo pateanol- y me tocaron unas vistas increíbles del atardecer y pude recorrer los viejos astilleros del puerto -muchos de los cuales ya se usan con otros fines-. En el tramo más cercano al Bund el paseo solo es peatonal, pero ya en ese punto no podía caminar, entonces me seguí por la calle en bici hasta llegar al corazón del Bund para ver una última vez -¡y de noche!- la espectacular vista de Pudong.


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One response to “De malecones infinitos y arte contemporáneo”

  1. pues ni qué decir, breathtaking!!!

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