Nota: me saltaré un día de itinerario en el que solo tomé el tren de Fenghuang a Chongqing, y en la noche, ya en Chongqing, recorrí las calles de la zona donde me estoy quedando, eso lo subiré a este post.
Chongqing (se pronuncia(ish) Chong-ching) era mi principal destino y fue lo que guió la elección del resto de mi itinerario. Es una ciudad a la que soñaba con venir desde hace un par de años y de la que tenía altísimas expectativas.
Antes, un poquito de contexto para que entiendan el porqué. Situada en donde confluyen el río amarillo y el río Yangtzé, Chongqing es, dependiendo de cómo se le mida, la ciudad más grande del mundo o una de las más. En su municipalidad habitan 30 millones de habitantes, aunque realmente en la zona urbana son 23 millones, el resto habita en zonas más rurales dentro de la municipalidad. Es un polo de desarrollo regional importantísimo, que se ha desarrollado de esta forma por diseño: en 1997 el gobierno central chino la sacó oficialmente de su provincia (Sichuán) y la definió como una de las 4 ciudades que administra directamente, junto con Beijing, Shanghái y Tianjín, lo que implica que recibe muchísimos fondos y está muy cuidada a nivel central. Es la única de este tipo que no se encuentra cerca o en el Pacífico, y lo hicieron para impulsar el desarrollo en el occidente de China, porque aunque parezca que estoy a la mitad, lo que queda más al occidente ya es territorio más inhóspito: la meseta tibetana con los Himalayas y el desierto de Gobi -solo queda una provincia entre estos territorios y Chongqing: Sichuán, que será mi siguiente parada-. Además tiene una historia muy interesante, durante la segunda invasión japonesa funcionó provisionalmente, de 1937 a 1946, como capital de China y aquí se llevaron a cabo las primeras negociaciones entre el movimiento comunista y los nacionalistas -que fallaron- y fue una de las últimas ciudades que se mantuvieron bajo control de los nacionalistas, antes de su retirada a Taiwán en 1949.
Otra cosa interesante de Chongqing es su orografía, es verdaderamente colinuda y han desarrollado la ciudad para aprovechar esto: sus edificios, transporte público, infraestructura, plazas y parques en vez de huirle a las colinas, las usan a su favor. Puedes subir una calle, creyendo que llegarás a un punto alto de la ciudad para darte cuenta que tienes que volver a bajar para volver a subir y así, al infinito. Nunca estás seguro de si es para arriba o para abajo, lo que la hace extremadamente divertida para recorrer: entras por una plaza en la planta baja de un edificio y sales a un parque en el piso 7 del mismo. El metro cruza montañas, ríos y hasta edificios.
Todo esto lo sabía antes de venir, y cualquier persona que me conozca sabrá que nada me puede llamar más la atención que una ciudad así: ultra atascada, que a simple viste parece tener un mood medio cyberpunk, pero realmente es una ciudad funcional, tecnológica y mega moderna. ¡Ah! y donde la gastronomía es espectacular.
Mi primer noche y día los pasé explorando Jeifangbei (o Jeifang) -la península donde confluyen los ríos y donde se encuentra mi hotel- que es como una mezcla entre zona de compras finas y tiendas dirigidas a turistas, calles de puestos de comida, diversión, atracciones turísticas y zona de compras más tipo mercadoso o al mayoreo de ropa y otro productos. También es la zona más vieja de la ciudad, entonces los centros comerciales elegantes, se ven edificios medio decadentes, con estilos de vida más a la antigua. Yo no acostumbro a quedarme en zonas así y busco colonias donde se viva una experiencia más local, pero en esta ocasión -porque literalmente no hay nada de información- no supe donde más quedarme. La zona está increíble y está conectadísima entonces creo que, siendo mi primera vez aquí, sí vale la pena.
En mi primera noche, visité el área comercial fancy y recorrí las calles de puestos de comida, llenos de locales y turistas paseando y disfrutando la gastronomía local, ahí me cené unos noodles de Chongqing -deliciosos y picosos y con muchísima pimienta de Sichuán-.
Mi primer día me salí a recorrer la zona cercana a mi hotel. Caminé por varias calles y cientos de escaleras que finalmente me llevaron a un paseo por el río. El paseo me llevó al puente Qiansimen, uno de los más icónicos de la ciudad y de ahí a Huguang Guild Hall, un edificio antiguo bastante importante -y hermoso- que quedó conservado entre puentes, segundos piso y avenidas. Es verdaderamente impresionante cómo aprovechan todos los espacios para meter infraestructura y servicios en esta ciudad.
Como acostumbro, no tenía un ruta definida pero sí un destino: quería caminar hacia Chaotianmen Square, donde se encuenta el edificio icónico de Raffles City y es el punto de la península en el que confluyen los dos ríos. Saliendo de Huguang Hall seguí recorriendo calles y escaleras que me llevaron por distintas zonas residenciales y comerciales; llegué a una zona más mercadosa, que estuve explorando un rato y donde entré a un centro de venta de ropa – no me quedó claro si era puro retail o también al mayoreo- con cientos de tiendas en 10 pisos. Una locura -pero no me animé a comprar nada-. En Chongqing, a diferencia de Shanghái, sí se ven dinámicas urbanas más desordenadas y caóticas (hay algo más de pobreza, vida de tianguis, perringos por doquier -no callejeros pero ahí medio hangeando- y ruido). Finalmente llegué a mi destino, el día ya se había aclarado un poco, porque la mañana había estado súper neblinosa (también está bastante contaminado, no les voy a mentir) y se veía hermoso: los dos ríos con la ciudad infinita atrás.
No hay mucho más que contar porque fue un día así, de caminar y descubrir este cacho de la ciudad – un ciudad, que desde el minuto 1 está cumpliendo con todas mis expectativas-.





































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