Llegó el día de dejar los parques nacionales para empezar dos paradas que me tenían muy emocionada, un par de pueblitos antiguos en las montañas de la región, un poco más al sur de Zhangjiajie: Furong Zhen y Fenghuang. El primer pueblito, Furong Zhen, se encuentra a unos 20 minutos en tren bala de Zhangjiajie y Fenghuang a 40 minutos de Furong Zhen. Es importante mencionar, que a pesar de ser una cultura milenaria, en China, hay pocos lugares de este tipo (no reconstruidos al 100%) pues su historia de los últimos 150 años se los ha hecho complicado; el colonialismo inglés -y las guerras del opio-, la invasión japonesa y, para rematar, la revolución cultural, destruyeron prácticamente todos estos pueblitos y, encima de todo, gran parte de sus construcciones son de madera, que tiene una vida corta y flamable.
Mi plan: ir de Zhangjiajie a Furong Zhen, un mini pueblito que amerita visitar por un par de horas y, de ahí, tomar un tren a Fenghuang -un pueblo bastante más grande- para llegar en la tarde noche, descansar, y con calma disfrutar un día entero -los días de vacación en la vacación-. Antes de decidir venir a estos dos lugares sí investigué sobre ellos (dentro de lo posible) porque sé que al turismo chino le encantan las cosas manicuradas y reconstruidas a’laDisney, y tampoco quería acabar en un pueblo antiguo falso -sabiendo que, probablemente, algunos elementos serían así, pero tampoco quería que lo fueran demasiado-. Lo que sí tenía claro es que no sería un pueblito “orgánico” con gente local viviendo con tradiciones antiguas detenidos en el tiempo para satisfacer los sueños románticos y orientalistas de la gente como yo. Eso lo superé la primera vez que vine a Asia.
Me sorprendió que en la estación de Furong Zhen, a pesar de ser un pueblo 100% dedicado al turismo no había nada de información sobre cómo llegar a la zona antigua (ni en chino), pero uno sí le va a agarrando a cómo funciona esto del turismo en China; me imaginaba que habría un centro en la ciudad para recibir turistas (con un KFC), y obvio el taxi entendió perfecto a dónde iba (las estaciones de tren bala siempre está como a 10 minutos de los pueblos). Y dicho y hecho, llegué a un punto de atención al turista donde no solo daban información sino que vendían los boletos para entrar al pueblo.
En ese momento me preocupé un poco, ¡Boleto! ¿será que me equivoqué y, este lugar al que viaje desde tan lejos -y me quitó un día de itinerario-, sí es un pequeño Disney? Les adelanto la respuesta, a pesar de algo de manicura, no es un Disney, si no un mini pueblito hermoso en una montaña donde nace un río y hay una cascada y todo el pueblito ve hacía ese punto. Y, la verdad, es que, si uno piensa tantito lo del boleto, es obvio que tienen que tener estos mecanismos para controlar el flujo a los sitios turísticos -especialmente a un pueblo antiguo tan chiquitito- en un país con una clase media de 700 millones de habitantes; si un sábado el 0.0001% de la población decide que es un día encantador para visitar Furong Zhen, colapsa el pueblo.
Hay poca información sobre la historia del lugar y no me quedaron muy claros los años de construcción, pero el pueblo lleva habitado 2000 años y hace 400 fue un punto importante de comercio. Al parecer el pueblo mantiene el trazo milenario -tampoco caben otros trazos, entre la montaña y el río-, hay varios edificios antiguos que se ve que tienen más de 200 años, pero muchos sí son reconstruidos y muchos otros nuevos que solo mantienen el estilo tradicional – de la etnia Tujia, de la cual hablaré en el siguiente post- para dar el gatazo (digo, supongo que lo mismo que la mitad de Europa) y que el lugar se vea mono. El pueblito está súper cuidado, con algunas partes que sí manicuraron un poco de más, pero en general todo muy lindo, y parece que en la noche iluminan hermoso la cascada -otra cosa que aman los chinos: la buena iluminación, ya lo verán en la siguiente parada-.
Caminé un ratito por ahí, tomando fotos y no mucho más. Las callecitas principales están 100% enfocadas al turismo -aunque se ven destellos de la vida local-, con tienduchitas de souvenirs y restaurantes con grandes letreros iluminados. Pero explorando un poco, uno encuentra callejones y recovecos hermosos y las vistas de la cascada con el pueblito son verdaderamente espectaculares.
Tres horas después estaba de vuelta en la estación, lista para seguir mi camino. En el tren medio platiqué con la chava que iba a sentada a mi lado, que me regaló unas galletas deliciosas – creo que le emocionó que fuera extranjera, habemos tan pocos…-, y con el policía del tren que hablaba bastante bien inglés. Algo que me ha sorprendido de China es lo amable y acogedora que es la gente, sus modos son medio rudos de inicio y sus formas son medio “crudas”, pero una vez que entras en contacto con ellos son verdaderamente risueños y agradables, y hacen infinito esfuerzo por ayudarte en cualquier situación.



























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