Este fue un día de viaje, pero recorrer 9 horas en tren bala a la pancita de China es un día para recordar. Pero mi tren salió hasta medio día y antes quiero platicarles de mi mañana.
Salí a tomar mi, ya clásico, cafecito mañanero con croissant de pimienta de Sichuán y a caminar por mi colonia para despedirme de sus calles, arbolitos, gente en bici y cafés (aunque los últimos días me quedo en otro cacho de la misma zona -es enorme-). Mi caminata me llevó de vuelta al parque que me enseñó Nacho el primer día, y donde me había recomendado ir en la mañana para ver a los viejitos. Recuerdo en mi primera visita a China que “los viejitos en los parques” me habían llamado mucho la atención, pero creo que sí era mucho más joven y la vejez no era un tema que me preocupaba (no tanto la mía, que sigo joven, pero sí de mis seres queridos que en ese entonces todavía se veía como algo extremadamente lejano). Esta vez me pareció verdaderamente conmovedor.
Los viejitos del parque ni están tan viejitos. Claro, hay unas pasitas adorables como de 95 años en sus sillas de ruedas o con sus bastones tomando el sol, el grueso tiene entre 75-85, pero igual una buena parte son señoras y señoras de 65-75 años, que más que viejitos, están disfrutando su retiro con amigos y algo de actividad física.
Hay grupos de todo; Tai Chi parece ser un favorito, pero había gente bailando, cantando, jugando frisbee, badmintón, etc. Muchos solo están echando el chisme. Eso sí, el mah jong y las cartas parecen estar reservados para la tarde, porque no había un solo grupo jugando. Y esa es la actividad: ir al parque, ver a tus amigos, hacer algo de actividad física, tomar un cafecito.
Y pues se me salió una lagrimita porque vi una posibilidad de vejez tan diferente a la nuestra, aquí se ve que es mucho más libre: tienen casa, acceso a salud, pensión -no millonaria-, centros comunitarios, accesibilidad -con un sistema de transporte de locos y banquetas impecables- y comunidad, y ya sobre esas bases es más fácil tomar decisiones. Nota: Esto no es exclusivo de Shanghái, así están diseñadas las ciudades – no sé cómo funcione en lo rural-.
Después de mi despedida era tiempo de, charararán, el tren bala -de las cosas que más me emocionaba de este viaje (me he subido en otros países, pero lo impactante en China es que tienen toda la tecnología de punta y la red más grande del mundo -ahorita vamos a eso-). Me esperaban casi 9 horas para llegar a mi destino en las montañas de Hunan: Zhangjiajie. A la estación llegué en metro, y todo funciona como reloj (ahora diré) chino. La estación es técnicamente un aeropuerto, con dos niveles para llegadas y salidas. En ésta, una de las varias del tipo en Shanghái, hay 29 andenes para tren bala y todo está perfectamente organizado en una salota de espera -a los andenes solo tienes acceso para abordar tu tren, más tipo aeropuerto-, todo impecable y con servicios y todo en chino e inglés – de hecho, dado que habíamos 2 extranjeros en la estación estaba muy agradecida de que hagan tanto esfuerzo de que nos podamos entender. Comí en una cafetería deli, más que por hambre por miedo a no saber cómo funcionaba el tema de la comida en un tren donde iba a estar una vidas. Y ya, avisan que va a salir tu tren – y obvio está en las pantallas-, te formas en tu filita para bajar a los andenes, checas tu ID en una maquinita con reconocimiento facial y entras. No hay boleto, tu ID es tu boleto (incluyendo el pasaporte para extranjeros, aunque tenemos una filita especial para gente que requiere asistencia donde sí nos ayuda un humano porque, supongo, estamos bien bobos.)
El tren es una belleza, era un línea G, que son la última generación y van hasta 350 km/h (en mi recorrido casi todo el tiempo entre estaciones fue a 305km/h). Por dentro están perfecto, aunque sí freseé y me fui en primera (aunque normal igual está muy bien, solo un poco más apretado, y todavía tienen medio vagón business que es más fancy). Poca gente recorre las 10 horas, iban subiendo y bajando, y a pesar de la velocidad no llegué más rápido porque fueron 20 paradas ya que es una ruta de conexión, hay otras más enfocadas en eficiencia: tienen una ruta de Beijing a Shanghái directa (o casi) que recorres 1350 km en 4 horas 20 minutos.
Pausa para hablar de trenes: la red de trenes alta velocidad (200 a 350 km/hr) de China pasó de 8, 000 km en 2008 a 45,000 km en 2023. Conecta 32 de las 33 provincias. Revisando un poco los números, transporta 3.8 mil millones de pasajeros al año y es la red de trenes más segura del mundo – en 2011 tuvieron un accidente y se metieron hasta la cocina a arreglar el sistema-. Obvio es eléctrica y cada día están innovando, y ahora están por lanzar (¿2025?) un tren que va a 600km/hr.

Volviendo a la magia de viajar en tren. Claro que había comida (hay vagón-restaurante pero comí en mi lugar), bastante digna y cené ahí una carnita y arroz y como con 6 platitos de variedad -casi segura uno eran unas patitas de pollo-. Conforme te alejas de la sofisticada Shanghái sí va cambiando la gente y son más ruidosos y, de verdad, parece que la única tecnología que no ha llegado a China son los audífonos -les vale madre, todos escuchan su celular sin audífonos (7 de las 10 horas fui alado de una viejita viendo videos de influencers comiendo, por suerte yo sí tengo audífonos pero bueno, igual uno se pone en el mood y ya)-. Más allá de eso, súper bien.
Las vistas entretenidísimas, una locura ver el desarrollo de China: ciudades enormes e infinitas, construcción por todos lados, carreteras y trenes por doquier, el campo mezclado con la ciudad, todo bastante bonito y bien urbanizado. En general todo impresionante, solo sí se ve la nata contaminadosa y no sé si nadaría en los ríos que se ven ahí. Mi recorrido me llevó por es una de las zonas más industriales del país, aunque no la más; y pasé por capitales provinciales y ciudades muy importantes.
Justamente a la hora que marcaba mi boleto, llegué a Zhangjiajie, una ciudad chica (2 milloncitos) en las faldas de una serie de parques naturales. Ahora, ¡a explorar por acá!
































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