de bienvenidas y colonias hermosas

Nota 1: 3:30 am, aprovechemos el jetlag.

Nota 2: Creo que va a ser difícil transmitirles por aquí, dado que no tengo el talento fotográfico ni poético, la belleza y ambiente y ritmo de la zona que conocí ayer – y seguro me pasará más de una vez en este viaje-. Haré mi mejor esfuerzo.

Después de varias horas de vuelo turbulento cruzando el Pacífico, 2 escalas y no dormir en horas -donde a momentos me preguntaba si valía la pena (spoiler alert: sí lo vale)- llegué a Shanghái. Shanghái te recibe como solo los chinos podrían hacerlo: eficiencia máxima al pasar seguridad y migración, un aeropuerto espectacular y un tren de levitación magnética (maglev) que te lleva del aeropuerto al centro de la ciudad a 300km por hora -en 12 minutos-.

En la estación me recibió Nacho, amigo de la infancia de mi hermano, piloto, con quien ya he coincidido en algún otro viaje y que es un verdadero tipazo y un verdadero Shangháita -y habla mandarín cañón-. Él vive aquí desde hace 4 años y por sus horarios de piloto, ayer era el único día que nos podríamos ver en este primer momento de Shanghái, y la verdad fue ideal porque “caí en blandito”. Fuimos primero a su depa a dejar mis cosas, que está muy cerca del depita donde me estoy quedando -pero era muy temprano para check-in-, en una zona hermosa que se llama Concesión Francesa. Y a Nacho, como a mí, le fascina caminar, y para no caer rendida ante el cansancio salimos a dar la vuelta por la colonia.

La Concesión Francesa, que durante 100 años y hasta 1943 fue eso, es un barrio lleno de edificios antiguos, calles con cientos de árboles, y donde hay cafés, tiendas y restaurantcitos por doquier, y que si te asomas a cualquier puerta o pasillo se ve la vida común y corriente de los habitantes. Hay muchísimas bicis y las calles son tranquilas y muy caminables, casi todas las motitos y coches son eléctricos entonces no hay ruido, ni smog, ni ninguno de esos males y caminar se vuelve todavía más un placer.

Paseamos varias horas sin rumbo pero con un parque como destino final, y aquí es donde me van a empezar a fallar las palabras para describir esta zona. De verdad no saben la belleza. Sin importar qué callecita, avenida, atajo, etc. tome uno, todas son hermosas y llenas de vida, pero una vida relajada y a su ritmo, que te hace olvidar que estás en el centro de una ciudad de +30 millones de habitantes.

Caminamos por callecitas alternativosas, luego por otras más trandicionales, por unas elegantes y otras llenas de bares. Nos topamos unos dumplings y “botaneamos” y continuamos nuestro camino, pasando por un par de joyas arquitectónicas. En las calles principales hay tiendas grandes y edificios más modernos, que te da chance ir campechaneando entre ambientes. Fuimos al Uniqlo más cool que he ido, por algo de ropita de frio, y seguimos caminando hasta llegar al parque.

Los chinos son unos grandes expertos de la vida comunitaria, y en los parque se reúne la gente -principalmente viejitos adorables- a hacer muchas actividades grupales: taichí, baile trdicional, mah jong, o solo platicar, pero también había familias, parejas, niños y grupos de jóvenes paseando por ahí.

El parque estaba precioso y nos echamos una chelita en un barecito ahí, hicimos un par de errands y fuimos a cenar a un restaurante de comida de la provincia de Hunan (deliciosa, picosa y con mucho comino) donde nos rifamos a pedir, entre otras cosas -costillitas y verduras deliciosas-, una cabeza de pescado en dos salsas de chile que estaba espectacular.

Mi depita está increíble, la ubicación de locos y es como en una azotea por lo que tiene unas vistas…


¿Quieres mantenerte al tanto de Apuntes de una pulga?

Suscríbete para recibir los nuevos posts

Leave a comment