de hasta prontos…

Mis últimos dos días en la capital Tailandesa fueron intensos. Tenía mucho que hacer y ver, cositas que comprar, maleta(s) que empacar… En mis 12 días ahí, vi e hice tantas cosas e igual siento que apenas logré rascar la superficie (disculpen el anglicismo, ahorita no se me ocurre otra cosa) de lo que es esta increíble ciudad. Me faltaron templos, museos, colonias enteras, mercados, platillos…ni siquiera llegué a conocer la infame Khaosan Road (aunque creo que podría volver varias veces e igual no sé si la visitaría), pero tampoco el museo de Siam, el templo de la serpiente y varios otros lugares, de hecho no fue hasta mi último día que crucé el río Chao Phraya (bueno, en Bangkok, porque lo crucé en Ayutthaya).

El sábado fui al (creo que oficialmente) mercado más grande del mundo, Chatuchak Market, un espacio con 15,000 puestos que abre solo los fines de semana. ¡Qué paraíso! Además de ser el lugar perfecto para comprar souvenirs hay miles de puestos de lo que se les ocurra (ah, excepto de cosas frescas, ese mercado está enfrente): cosas de casa, platos y vajillas, libros, arte, masajes, comida… puestos y puestos y puestos. El mercado está muy organizado por zonas y secciones, y les recomiendo buscarse un mapita en google. Por si fuera poco, enfrente del mercado hay un edificio (un centro comercial repurposed) de 5 pisos lleno de antigüedades y ropa de segunda mano con cosas espectaculares… ¡Qué hubiera dado yo por poderme traer un mueblecito chino antiguo! Pasé horas y horas ahí y sí compré algunas (varias) cositas.

El domingo empecé temprano porque tenía muchas cosas que hacer. A eso de las 9:00, ya estaba del otro lado del río en Wat Arun, otro de los templos principales de la ciudad y que no me quería ir sin conocer. Es muy diferente a los del palacio real, menos ostentoso aunque igual muy atascado -decorado hermoso con miles de pedazos de porcelana-. Está sobre la orilla del río y desde ahí se ve toda la ciudad. El problema era el calor, con sensación térmica de 41° pasear por el templo o disfrutar los espacios abiertos dejaba de ser muy placentero. Igual al ser mi último día decidí que el clima no me iba a vencer y me animé a recorrer la colonia aledaña al templo, entré cojeando (me lastimé el talón de aquiles de tanto caminar) y sudando como puerco. ¡Valió muchísimo la pena! El otro lado del río se siente como otra ciudad pues tiene una vibra más tranquila y pueblerina… con pequeñas casitas con jardines junto a los canales y, como era domingo en la mañana, mientras tomaba fotos me tocó ver la rutina de limpieza, jardinería, lavado de ropa y otras actividades domésticas de los habitantes.

Más tarde fue a IconSiam, igual junto al río, el diamante de los centros comerciales Bangkokianos (y del mundo). Un atasque en todos los sentidos pero estuvo bueno para refugiarme del calor del medio día. Cruzando el río está el barrio chino y no pude resistir la tentación de pasear por ahí una última vez antes de irme, además de que quería visitar una casa de té por la que había pasado un par de veces… Algo que me encanta de ser ubicada es que para esta vez ya me sabía de memoria todos los rinconcitos y me sentía como en casa.

Terminé el día haciendo algunas compritas, comiendo curry verde (por cierto, este día comí fatal… como que tenía la presión de comer increíble por ser mi último día y todas mis elecciones fueron subóptimas) y leyendo en el jardín hermoso de mi hostal.

Mientras escribo esto estoy por aterrizar en Estambul, para otra escala de 12 horas antes de volar a mi querida CDMX.

Gran vacación, definitivamente esto de tomarme mi tiempo en una ciudad es cómo más gusta viajar. Seguro volveré, espero que en no tanto tiempo.

Sábado

Domingo


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