del barrio chino de nuevo…

Ayer, después de una mañana tranquila que involucró un delicioso masaje tradicional me volví a aventurar al barrio chino… una vez no fue suficiente y, de hecho, dos no lo son.

Quizá esté sesgada por mi chinés excesiva, pero el barrio chino de Bangkok es una de las colonias más padres del mundo. Hay algo con la fusión sino-tai y con el clima tropical que funciona excepcionalmente: la comida, la estética, las dinámicas sociales. Cada esquina, cada callejón, cada tiendita tienen un encanto que no puedo explicar: se entremezclan tiendas de autopartes con cafés, casas de 1800 con puestos de chucherías, murales y arte urbano, ¡claro! y comida deliciosa. Hay viejitos conviviendo y niños corriendo por doquier, y caminando entre los callejones se pueden ver los espacios comunes de algunas casas -que muchas veces funcionan también como locales para sus negocios- con gente viendo tele, templitos caseros y una que otra mascota echando la flojerita (obvio de esto no tomo foto).

Estuve varias horas paseando por ahí, recorriendo algunos lugares que no recorrí la primera vez y revisitando los que más me gustaron. Comí delicioso, una sopa de wonton con cerdo que comí por primera vez en Malasia y no había vuelto a encontrar (había comido platillos similares pero no eran lo mismo). Tomé un café en una casona hermosa restaurada y visité una casa que construyeron el año de la fundación de Bangkok.

En la noche fui a otro mercado nocturno increíble en el centro de la ciudad, donde cené una variedad de platillos Tai: ostiones, huevos de codorniz y unos noodles de cacahuate (no fue una cena ligera…).


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