Me sorprende cómo comparamos a los lugares, “Charoen Krung es el Brooklyn de Bangkok” – o eso dicen las guías turísticas-. Me sorprende porque 1) Brooklyn y Charoen Krung no tienen absolutamente nada que ver, 2) en qué momento se decidió que Brooklyn es el referente internacional de los barrios interesantes y artísticos, contra el que hay que “medir” el “coolness” de lugares que tienen su propio estilo y personalidad. Después de este rant creo que queda claro que ayer conocí un barrio con mucha ondita que se llama Charoen Krung.
Empecé el día como se debe, bruncheando pollo en un changarro callejero (lo más changarrudo que he comido hasta ahorita), en unas callecitas adorables cerca del metro. Otra vez me encontraba en una colonia lista para perderme con rumbo, mi destino final: Warehouse 30, un galerón convertido en galerías y cafés. Tenía algún par de puntos predefinidos en la ruta y me fueron dando guía.
El barrio está hermoso, es más turístico que otros en los que he estado ya que en esta zona están los famosos hoteles Shangri-la y Mandarin Oriental, pero en general se mantiene como un lugar, que a pesar de algunas tiendas de souvenirs, donde se vive la vida local. Al igual que en el Barrio chino, entre locales viejos y templos se encuentran cafecitos, tienditas de diseñadores locales y, lo que distingue a Charoen Krung, galerías y espacios culturales.
Mi lugar preferido fue, sin duda, ATT 19, una galería/café/tienda de antigüedades a la que entré por suerte. De verdad, nunca había visto cosas tan hermosas en un lugar tan bonito. Me refresqué con una soda de maracuya y leí un ratito y me tomé mi tiempo viendo una exhibición que tenían en su segundo piso, una colaboración entre el museo de seda y una asociación que trabaja con personas con autismo (¿debería comprar algo?)
Muerta de tanto caminar me animé a hacerme un masaje de pies (que incluye piernas, cuello, cabeza, brazos y hombros). Advierto, esto se va a volver una actividad recurrente (¿diaria?) en este viaje.
Pero las galerías no terminan ahí. Entré a lo que parecía ser un mall normal, River City Bangkok, y resultó ser un espacio de 4 pisos llenos de galerías y tiendas de antigüedades (de las finas finas finas, de jade y porcelana de la dinastía Ming o qué sé yo). Estaba llenos de locales disfrutando las exposiciones, yo creo que más en plan museo porque los precios estaban prohibitivos (pero de nuevo, qué sé yo).
En la noche fui a cenar delis con dos gringos y una francesa que conocí en el hostal. Llevaba muchos días de ermitaña y un poco de convivencia no me cayó mal. Después fuimos por un drink a una calle a la que nunca hubiera ido sola (de hecho en mi mapa la tengo marcada como “no ir”). Se llama Soi Cowboy, que es la decadente calle donde hombres blancos de mediana edad buscan a los famosos ladyboys… Decadente pero interesante y la estética del lugar, entre letreros neón futuristas, era de no creerse.
































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