Hay un meme con el que me identifico enormemente que dice “we all have that friend that says ‘we can walk there’ “. Yo soy esa amiga y cuando estoy sola y no hay nadie para ponerme un alto a veces mis caminatas llegan al punto del absurdo -aunque siempre me llevan a descubrir lugares inesperados-. Ayer así empezó mi día.
Mi plan era dirigirme al museo de arte contemporáneo de Bangkok, una colección privada del Slim local en un edificio icónico al norte de la ciudad. Al decidir mi ruta, vi que el skytrain a unas 8 paradas al norte de Ari (mi colonia) me dejaba a una distancia relativamente caminable al museo. El mapa marcaba una universidad en la ruta. Busqué lugares para brunchear en mi camino y me lancé. Es importante remarcar que Bangkok no es una ciudad precisamente pensada para caminar y que a 37° un kilómetro se siente como tres. Tres km son como 150 km.
La caminata (de ~ 150 km) resultó ser bastante agradable. Primero comí en un restaurante delicioso en una calle aledaña al campus donde me atendió una señora adorable. Y luego decidí seguir mi ruta por adentro del campus que se veía lleno de vegetación y seguro sería un microclima más agradable que el de los techitos de los changarros en una calle de 6 carriles. La universidad Kasetsat es la universidad pública más grande de Tailandia y fue muy lindo recorrerla…tenía uno que otro edificio hermoso y caminitos divinos. También aprendí que aquí los estudiantes universitarios usan uniforme (en todas las universidades, públicas y privadas)… Por más lindo, fue un paseo eterno y para cuando llegué al museo, después de cruzar un periférico en esteroides, ya no era un ser humano presentable.
Me refresqué lo que pude y empecé mi recorrido en lo que resultó ser uno de los museos más extraños que he visitado. Dudo que la colección sea representativa del arte contemporáneo Tai, sino un capricho de un ricachón con una obsesión por el arte surrealista religioso. No hay mucho más que decir, ya que no he podido procesar lo que vi y no quiero hablar mal de algo que igual y no entiendo. Ahí les dejo unas fotos para que juzgen, supongo que había algunas cosas interesantes y el edificio estaba muy padre.
Regresé a descansar un rato y a eso de las 4 pm fui por una hamburguesa a Mos Burger (mi hamburguesería favorita del mundo – Japonesa- y que extrañaba enormemente). Mos estaba en la zona de fast food de Siam Paragon, un mall icónico en el centro de la ciudad, y, esto solo me dejó más claro algo que ya pensaba… los tailandeses le hacen a la comida mejor que nadie en el mundo, no solo a su comida, a toda la comida. Quería grabar un video de la zona de fast food, se me pasó, pero regresaré porque es algo que hay que ver (y saborear).
Y, lo que parecía un día completo, estaba apenas por comenzar. En la noche fuí a un suburbio al suroeste a un famoso mercado nocturno llamado Rot Fai Train Night Market. Los mercados nocturnos son famosos por acá como punto de encuentro para los locales, ya que sin sol, el clima permite disfrutar estar afuera. Este mercado se distingue por su oferta de antigüedades y ropa vintage y de segunda mano, y obvio su comida. Parecía el lugar perfecto para mí y sí que lo fue.
Tengo que confesar que fue una experiencia extremadamente abrumadora al inicio. Era ENORME (y no es un mercado especialmente por lo que he leído). Me costó procesar la cantidad de comida, de puestos, de ropa… como si nunca hubiera pisado un mercado (aunque sí ni uno así). Llegué algo temprano y los locales apenas abrían. Sin prisa me senté en un restaurancito abierto a echar una chela y escuchar música en vivo, delis. Después fui a recorrer el mercado, pero no podía procesarlo. Literalmente vi cosas padrísimas pero no me animaba a comprarlas, cosas que se veían deliciosas pero no me animaba a probarlas. Estuve más de una hora así… Paralizada. Hasta que se me ocurrió cómo salir del rot: comer algo conocido para después aventurarme a lo desconocido. Empecé mi tour culinario con una alita coreana, de mis cosas favoritas en el mundo. Algo increíble de estos puestitos es que la mayoría lo venden por pieza o en porciones chicas lo que permite probar muchas cosas. Así mi tour:
- Alita de pollo coreana. Crujiente y deliciosa.
- Brochetas satay de puerco y res. Yummi.
- Ensalada de ostión. Tipo aguachile. D-e-l-i-c-i-o-s-o y fresco y picoso y perfecto. El ganador de la noche.
- Noodles de pato. Deliciosos como suenan.
Puedes comer en algunos puestos o sentarte en las mesas comunes. Las bebidas las venden aparte.
Ya comida y relajada volví a dar la vuelta por el mercado y compré ropa secondhand japonesa increíble y hoy ando muy cool vestidita.
No puedo esperar a seguir conociendo mercados nocturnos…




























Leave a comment